De nuevo, rutinaria y hegemonicamente, el derribado pero combatiente teatro de lo absurdo, que no es sino mi vida, levanta el telón. Los deplorables, tímidos, pálidos, revolucionarios actores (y actrices) tienen que sofocar ya el pánico escénico, las ansias, el tiempo.
Como un movimiento mecánico, o tal vez dialéctico, el kharma es asesinado cual si fuera un conspiracionista francés, ¿Cuantos en verdad defendieron la patria?
El ocaso, el amanecer, el cruel y dictatorial crepúsculo.
La brisa, la prisa, el viento, las llamadas perdidas, las cartas muertas.
Ionesco no pudo nunca alcanzar a plasmar la ridiculez de la vida real, solo hizo aproximaciones, la cantante no es calva. Nietzche fue capaz de ignorar totalmente el alcance de lo innecesario.
La superfluidad, los superfluidos.
La arena viscosa del reloj no cae por gusto ni por gravedad, Newton aquí si se equivoco, la manzana era un kamikazee, cuyo propósito fue desvirtuado y acabo por convencer a la raza humana: cada granito de piedra pulverizada se precipita al suelo por inercia suicida.
¿Cuantos en verdad defendieron la patria? si aquí estamos solos, si allá están abandonados, si por todos lados hay apatía, si no hay quien no este agotado.
Con los avances científicos, dios se vio amenazado, no pudo hacer nada; sin embargo como un ultimo intento de demostrar su infinita indolencia decidió cargar el aire con furia divina: Ahí la ultima explicación que intenta entender el porqué de la fatiga pulmonar.
viernes, 23 de enero de 2009
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