llegué a la hora justa, pero aún así me esperé un poco para entrar al salón. El frío dominaba rapazmente cada centímetro cuadrado de aire, mientras que el viento helado se apoderaba de las orejas de los victimados preparatorianos, quienes no habían tenido otra opción mas que levantarse temprano, y así sufrir las inclemencias del tiempo invernal. Cuando fueron ocupadas las sillas del lado izquierdo del salón, no quedo otra opción mas que viajar al hemisferio desconocido de las bancas pegadas a la ventana.
Era tal vez sorpresa, coincidencia, o destino inevitable impulsado por la lucha de clases, pero solo había un lugar vació a mero en frente, la segunda fila de derecha a izquierda. A mi alrededor se encontraba un típico salón de clases: mas o menos treinta bancas con treinta sillas divididas en cinco hileras, había un escritorio al frente de las bancas y detrás del escritorio un pizarrón.
A mi lado estaba sentada una niña, ¿Qué tenía de excepcional? Tal vez se imaginaran que gozaba de un buen cuerpo, pues no; Algunos de ustedes creerán que esa muchacha poseía una cara angelical, en realidad tampoco; ¿Entonces? Esa dama era la afortunada dueña de una nariz nada extraordinaria, de una figura nada voluptuosa y de unos ojos comunes pintados comúnmente: Nada mas. Pero tal vez fue su cotidianeidad, su capacidad de no diferenciarse, su voz ronca y seductora lo que me atrajo.
jueves, 15 de enero de 2009
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